A un año del Mundial 2026: las políticas migratorias de Trump podrían empañar la fiesta del fútbol

A un año del Mundial 2026: las políticas migratorias de Trump podrían empañar la fiesta del fútbol

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Falta solo un año para el inicio del Mundial de Fútbol 2026, que tendrá como sedes a Estados Unidos, México y Canadá. Sin embargo, en lugar de un ambiente festivo y de bienvenida global, el país anfitrión principal —Estados Unidos— enfrenta crecientes tensiones políticas y sociales que amenazan con impactar directamente la organización del evento deportivo más importante del planeta.

La principal preocupación gira en torno a las recientes políticas migratorias impulsadas por el presidente Donald Trump, quien ha intensificado las redadas de ICE, militarizado el control de fronteras y aprobado un nuevo veto migratorio que restringe el ingreso a ciudadanos de al menos 12 países, incluidos Irán, Venezuela y Cuba. Aunque el gobierno ha asegurado que atletas y personal técnico recibirán excepciones para poder competir, los aficionados de estos países no gozan del mismo beneficio.

Esto ha encendido las alarmas entre los organizadores del torneo, especialmente porque los tiempos de espera para los visados ya se han prolongado considerablemente. En algunos casos, las solicitudes podrían no ser procesadas antes del inicio del torneo, limitando seriamente la participación de hinchas internacionales y afectando el espíritu multicultural que caracteriza a la Copa del Mundo.

Además, la tensión dentro del país ha aumentado. En ciudades como Los Ángeles, Miami o Nueva York —todas sedes del Mundial— se ha desplegado la Guardia Nacional para controlar protestas por las redadas migratorias. La presencia de marines y vehículos militares en zonas urbanas ha sido criticada por alcaldes y defensores de derechos humanos, quienes temen que este clima de represión y desconfianza desincentive la llegada de visitantes.

Desde el Comité Organizador y la FIFA, se ha intentado calmar las aguas. Gianni Infantino ha insistido en que “todos serán bienvenidos”, pero aclaró que los participantes deberán retornar a sus países al finalizar el evento. Mientras tanto, el gobierno estadounidense ha asignado más de 600 millones de dólares en presupuesto para reforzar la seguridad en los estadios y garantizar que los partidos transcurran sin incidentes.

Pero más allá de lo logístico, el problema es de imagen. La comunidad internacional observa con preocupación cómo el país anfitrión del evento más inclusivo del deporte mundial impone barreras a la libre movilidad de personas por razones políticas. México y Canadá, los coanfitriones del torneo, han expresado en privado su incomodidad con las medidas restrictivas, y se teme que esto debilite la cooperación regional en plena etapa de planificación.

Las redes sociales y medios internacionales también han dado voz al malestar: ¿cómo puede Estados Unidos recibir al mundo con una mano y cerrarle la puerta con la otra? La contradicción es evidente y amenaza con empañar el espectáculo futbolístico si no se corrige el rumbo.

A falta de doce meses para el primer pitazo, el reto para Estados Unidos no es solo técnico o deportivo, sino diplomático y humano. La pelota rodará en los mejores estadios del país, pero el verdadero triunfo será garantizar que el Mundial sea, como siempre ha sido, una celebración abierta, libre y sin fronteras.